La excavación de la Cova de les Bruixes en El Poble Nou de Benitatxell saca a la luz un silo de cereales de la antigua alquería andalusí.

Los silos excavados en el subsuelo con la finalidad de conservar alimentos, especialmente se utilizaban para almacenaje de cereales, aunque también podrían utilizarse para otros alimentos, como por ejemplo, legumbres.

La Cova de les Bruixes, un yacimiento de época ibero romana y andalusí, de nombre que delata un pasado esotérico y mágico, ha registrado ocupaciones desde hace 2.200 años. Se han hallado restos íberos y andalusíes. En 2001, ya se llevó a cabo una intervención arqueológica y se hallaron cerámicas íberas pintadas, sigillatas y vasijas importadas de la Campania italiana. La excavación del 2016, impulsada por la concejalía de Cultura, sacó a la luz una alquería andalusí, es decir, una agrupación familiar, por lo general, de 5 o 6 casas además de diferentes construcciones relacionadas con las actividades agropecuarias en las que se basaría su economía. Hallaron un aprisco en el que los pastores guardaban el ganado en el periodo ibérico, romano e hispanomusulmán. Y ahora consolidan un silo de cereales vinculado a la alquería andalusí.

Según ha explicado Ana Viciach, la arqueóloga que en estos momentos trabaja en la consolidación del yacimiento de la Cova de les Bruixes, la existencia de silos es una de las principales características del lugar. El terreno presenta unas condiciones idóneas para la construcción de estas estructuras. Se trata de fosas excavadas en el subsuelo con la finalidad de conservar alimentos, especialmente se utilizaban para almacenaje de cereales, aunque también podrían utilizarse para otros alimentos, como por ejemplo, legumbres. Después de la siega de cereales (trigo, cebada, grano…) se separaban los granos de los tallos y se procedía al secado en las eras, durante los meses de verano.

Para su almacenamiento se utilizaban diferentes sistemas dependiendo del consumo, para un consumo a corto plazo se podían utilizar sacos o tinajas de cerámica, en cambio para su almacenaje a medio plazo se tomaban unas medidas de protección de granos para evitar que se deterioraran o fueran atacados por insectos o roedores. Es por eso que utilizaban las fosas. Según los estudios etnológicos, tras depositar los granos se colocaba una capa de paja, ramas de olivo o lentisco, también cenizas y gravas para a continuación cerrar con losas y tierra. De esta manera se conseguía un ambiente con una humedad y temperaturas estables, sin oxígeno, que facilitaba la conservación de granos hasta el momento de la próxima cosecha.

La fosa de cereales conservada en la terraza norte es la única de las cuatro que los arqueólogos han encontrado entera. Se excavó en el 2000 y actualmente se halla en fase de consolidación. Presenta una boca circular, estrecha de unos 0.50 m, un perfil ovoide con la base plana, la profundidad es de 1.65 metros y el diámetro más ancho mide 2.14 metros. El proceso de intervención ha consistido en la limpieza de la superficie y la protección mediante la aplicación de una capa de mortero de cal hidráulica.